Lo que antes era un tabú hoy se vuelve un tema de conversación. Ya sea en redes sociales, a través de publicaciones controversiales, en charlas entre amigos, TikToks o videos de youtube. El famoso “a pelo” dejó de ser un eufemismo para convertirse en una aparente tendencia, y los datos lo demuestran: el preservativo se usa cada vez menos.
Un estudio realizado en 2021 por AHF Argentina reveló que solo el 17% de los jóvenes encuestados utiliza el preservativo en todos sus encuentros sexuales. El 83% restante se dividió entre quienes lo usan de vez en cuando y quienes directamente no utilizan. Aunque esta investigación tiene ya algunos años, no estamos hablando de resultados tan desactualizados. En el 2024, la Organización Mundial de la Salud confirmó este descenso en el uso del preservativo, alertando sobre una caída sostenida durante la última década. Y en el mismo año, la dueña de la marca Tulipan afirmó en un streaming de Radio Con Vos una baja en la venta durante el transcurso de 2023-2024.
Ahora… ¿Por qué en un contexto de supuestos avances en educación sexual y campañas de concientización parece instalarse esta especie de “despreocupación” frente al cuidado sexual? ¿Qué es lo que se encuentra detrás de esta tendencia?
En primer lugar, el grave desfinanciamiento que atraviesan actualmente programas educacionales y sanitarios destinados a concientizar impacta inevitablemente en el funcionamiento de los mismos. Esto se visualiza, por ejemplo, en la situación del programa de distribución de anticonceptivos gratuitos impulsado por la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable (25.673). Este año, los fondos destinados permiten la compra de 21 millones de profilácticos (4 millones por el programa de VIH e ITS y 17 millones por el de SSyR), mientras que el presupuesto destinado en 2023 permitió la distribución de 55 millones (30 millones para el programa de VIH y 25 millones para el de SSyR). Es decir, en 2025, contamos con 34 millones menos de preservativos. Actualmente, y debido a estas dificultades de distribución y disponibilidad, la mayoría de los centros de salud de todo el país se encuentran desabastecidos.
Pero este descenso refleja, no solo las consecuencias de la falta de inversión estatal, sino también un nuevo nivel de desinformación. La elección de otros métodos por sobre el forro, reconocido mundialmente como el único método de doble barrera, demuestra una cierta despreocupación generalizada acerca de la posibilidad y los riesgos de contraer alguna infección de transmisión sexual (ITS). La última encuesta realizada por el INDEC sobre Salud Sexual y Reproductiva data del 2013 y reveló que en ese entonces entre las mujeres los métodos más utilizados eran los hormonales (pastillas, inyectables, parches o implantes) posicionando en un segundo lugar a los métodos de barrera (preservativo, diafragma o espumas, jaleas u óvulos). Entre los varones estos resultados se dieron de manera inversa: la mayoría afirmó utilizar métodos de barrera y los anticonceptivos hormonales quedaron en un segundo lugar. Claro está que debido a la antigüedad del estudio estos porcentajes de uso han cambiado significativamente. Lo que se debe en gran medida a la implementación de políticas públicas en gestiones anteriores, a la movilización social y al debate muy instalado en la juventud que puso en agenda la necesidad de concientizar sobre salud y derechos sexuales, una conquista social que hoy en día está siendo cada vez más cuestionada. La eficacia de estos programas se puede encontrar en los resultados de encuestas como la realizada en 2021 por la Fundación Huésped sobre la implementación de la ESI a nivel nacional, la cuál reveló una mejora en las condiciones de conocimiento sobre el contenido del programa. En el 2024, el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) realizó la encuesta Estudio Lucia, con el fin de actualizar sobre los usos y preferencias de métodos anticonceptivos en mujeres (de 15 a 49 años) en nuestro país. Actualmente, se estima que a nivel mundial hay 1.900 millones de mujeres en edad reproductiva (15 a 49 años) de las cuales solo la mitad utiliza algún método anticonceptivo. En Argentina, son cuatro de cada diez mujeres las que optan por métodos de barrera. A su vez, un 15% de las encuestadas afirma no utilizar actualmente algún método anticonceptivo, y un 9% declaró no haber utilizado nunca.
A partir de las valoraciones de los resultados de la encuesta, las profesionales que la llevaron a cabo destacan que la generación de mujeres jóvenes se encuentra más empoderada. Sobre todo en cuestiones relacionadas a la maternidad, la cual ahora es percibida como una opción y no un mandato. Esto se manifiesta en los principales motivos sobre cuales son las razones para usar métodos anticonceptivos: las respuestas dejan a la luz que se prioriza el cuidarse para elegir cuándo ser madres, dejando al temor o a los riesgos de contraer alguna Infección de Transmisión Sexual en una especie de segundo plano. En este punto se menciona, a raíz de los testimonios de las encuestadas, una preocupación alarmante sobre la falta de control del uso del preservativo, ya que el uso correcto depende de los varones, quienes muchas veces se resisten a usarlo. Una de las consideraciones finales de la investigación es que la elección de algún método termina siendo una decisión que usualmente recae sobre las mujeres.
La conclusión a la que llega el estudio cobra aún más sentido si tenemos en cuenta que es más común saber de mujeres que van a controles ginecológicos, o que toman más recaudos en sus vínculos sexuales, que de hombres que respeten o piensen en el autocuidado como una posibilidad. Lejos de ser una acusación, esto se trata de una observación de prácticas que se reproducen bajo la lógica de modelos tradicionales que enseñan cómo actúa un “hombre de verdad”. En nuestra sociedad, los estereotipos de género lograron que la sensibilidad y el autocuidado no se vinculen a una masculinidad válida. Peor aún, se normaliza que los hombres deban exponerse a situaciones violentas y peligrosas en pos de validar sus niveles de hombría (un mecanismo que opera desde que son pequeños y les enseña, por ejemplo, que un hombre de verdad no llora). De esta forma, las dinámicas sociales que no nos cuestionamos (como que el hombre “naturalmente” se resista a usar forro) afectan tanto a la salud de los varones cómo a la de todas las personas que los rodean. La campaña #EsDeVaron de FUSA y Fundación Kaleidos reflexiona sobre la necesidad de desnaturalizar conceptos y actitudes asociados al género masculino. En este sentido, la aplicación de la ESI nuevamente juega un papel fundamental, ya que permite intervenir en los modelos de masculinidades que los niños aprenden como válidos a temprana edad.
Es evidente que las faltas actuales, tanto en educación como en el acceso a los servicios de salud sexual, limitan el uso de métodos anticonceptivos por parte de la población. Sin embargo, además de estos elementos, hay que reconocer que las influencias culturales y sociales inciden fuertemente en las decisiones de los jóvenes. La tendencia del famoso a pelo en las redes cobra cada vez más fuerza, pasó ser vista como una práctica escandalosamente irresponsable a ser, gradualmente, aceptada por su cuota de sátira y humor. Sin poder identificar realmente el origen de esta tendencia, es inevitable encontrar una gran cantidad de contenidos en diversos formatos que avalan/fomentan la superioridad de la misma. Pero así como hay usuarios que la defienden, también hay un sector importante que reafirma constantemente los peligros de seguir alentando estas prácticas.
Entre tanto debate de si forro si o forro no, es importante tener en cuenta que cojer a pelo nunca fue tan riesgoso como lo es actualmente. Frente a un panorama en el que el gobierno actual desfinancia, con completa convicción y facilidad, programas de prevención y equipos de tratamiento de enfermedades de transmisión sexual, podemos acordar en que nuestra salud no es una de sus principales preocupaciones. Se vuelve sumamente necesario replantearnos qué podemos hacer ante el impacto de estas tendencias en nuestra realidad. Más allá del tono irónico con el que muchas veces se habla del sexo sin proteccion, las consecuencias son reales y están a la vista, por algo los profesionales de la salud alertan todos los dias sobre el aumento de casos de Sifilis y VIH. En definitiva, elegir cuidarse no debería ser una excepción, un capricho o un gesto individual, sino una responsabilidad colectiva.