Sí, hay algunos momentos que se recortan por espectaculares: cuando se fugó de Tribunales caminando, con una granada en la mano, amenazando con inmolarse y llevarse a todos los que estaban a la vuelta. Su supuesta vinculación al asesinato de Daniel Carrizo, miembro de Los Gardelitos, quien fue torturado, asesinado por el golpe de una máquina de escribir Remington en la nuca y luego quemado con ácido. Ahí fue que un policía escribió con aerosol “AQUÍ PASÓPASO EL COMANDO ATILA” en una pared cuando robaron el cráneo del cementerio, en una maniobra para garantizar impunidad: sin esa prueba, la causa quedaba en nada. Pasó mucho y en poco tiempo. Si hasta el Gordo Valor, emblema del robo de camiones blindados de los 90 reconoció que buscaron matar al Malevo… Era lógico, si el Malevo era aliado del Clan Ale, el Gordo Valor quería ayudar a sus socios Gardelitos.
Pero acá vamos a contar sobre el triple crimen de Laguna de Robles, el caso que explica el ocaso del Malevo.
En octubre de 1991, El Malevo estaba detrás de una banda de supuestos ladrones que actuaban en el NOA: Hugo “Yegua Verde” Vera; José “Coco” Menéndez y Ricardo “Pelao” Cabrera. Supo que estaban en Salta porque, junto a un “golpe” que supuestamente preparaban, uno quería visitar a su novia en Güemes.
Sin autorización oficial para operar en otra provincia, El Malevo y un grupo de policías partieron el 8 de octubre hasta allá. La delegación estaba encabezada por el Malevo, entonces jefe de la Brigada de Investigaciones, junto a un comisario, tres oficiales, un suboficial y tres agentes. Uno de los más nuevos en la fuerza era el agente Luis Dino Miranda, esa sería su condena.
Mientras El Malevo jugaba a las cartas con sus pares en una comisaría, un grupo los pudo apresar. Registraron el ingreso de los detenidos pero no quienes hicieron la detención. Claro, no tenían autorización para operar fuera de Tucumán. Al día siguiente, comenzó el traslado en caravana.
El Malevo decidió ir hasta Laguna de Robles, en Burruyacu, casi al límite con Salta, para poner en marcha las maniobras de la teoría del enfrentamiento. Ocultó a los detenidos al monte, armó retenes en ese camino rural para la coartada. Siguiendo la hipótesis judicial, el Malevo habría definido matar a los arrestados al anochecer. Los ubicó en el monte y les disparó con su FAL. Luego disparó una ráfaga contra el auto de los presuntos mafiosos para poder sostener que hubo un enfrentamiento. Ordenó colocar dos cuerpos dentro del auto y que el tercero fuera arrojado en el monte. Al mejor estilo de la última Dictadura: detenciones ilegales y luego fusilamientos camuflados como enfrentamientos.
¿Se acuerdan de Luis Dino Miranda? Uno de los policías de la comitiva le gatilló dos veces en la cara: para que fuera creíble la versión del enfrentamiento, un policía debía morir. Las balas no salieron. Escapó corriendo por el medio del monte, hasta que pudo refugiarse en la casa de unos baqueanos. En el camino iba escondiendo todo lo que pudiera reflejar luz y mostrar su posición: reloj, hebillas y demás. Al día siguiente llamó a su hermano Comisario. Lo buscó dando la vuelta por los valles para no levantar la sospecha del Malevo cruzando por la ruta 9 y estuvo oculto hasta declarar en la Justicia.
Cuando se denunció el hecho comenzaron las tareas de rigor. Hubo un problema: las pericias de Criminalística de la Policía desmentían la versión. ¿Sólo hay balas de la policía? ¿Los tiros están en un lado opuesto al enfrentamiento? En cada lugar señalado fueron apareciendo las “señas” de Luis Dino: encontraron el reloj y todo lo demás.
La historia se vuelve más densa, El Malevo tenía una red de contactos y amistades con muchos funcionarios que llegaron con la intervención federal de “Chiche” Aráoz. Hubo una serie de atentados contra empleados judiciales e investigadores. Bombas incendiarias, tiros. Finalmente, el Malevo fue condenado por el triple crimen: perpetua. Ahí fue la espectacular fuga con la granada. Estuvo 79 días prófugo hasta que lo detuvieron tras atrincherarse 10 horas y disparar contra la policía que decía defender. Fue trasladado a Villa Urquiza.
Durante la gobernación de Antonio Domingo Bussi hubo una reducción de condena, de perpetua a 20 años. Dos años más tarde ya tenía el beneficio de salidas transitorias.
Cuando recuperó la libertad, la suerte estaba echada: el Malevo no podía poner una agencia de seguridad privada, no podía ser candidato (tenía mucha proximidad con Fuerza Republicana) , no podía volver a la policía y mucho menos alcanzar el sueño de ser Jefe de Policía. Llegamos al 2008, cuando -investigado por crímenes de lesa humanidad- se negó a declarar y se disparó frente a un móvil de Crónica TVCrónicaTV. El que se decía justiciero pero vivía siempre violando las leyes y asesinando porque sí, se quitó la vida para evadirse de la Justicia.
Mucha gente todavía reivindica al Malevo como referente de la mano dura, de un mal necesario para poner al límite la delincuencia. Era policía pero actuaba como un juez en un país con pena de muerte. Acá en Argentina eso es gatillo fácil. Ese era el Malevo Ferreyra, un policía corrupto, mafioso y asesino.