Si bien es cierto que los Incels se mueven por la “web oscura” para dificultar el monitoreo, su actual presencia en las redes masivas es innegable. Preguntarnos bajo qué condiciones esta subcultura caracterizada por la agresividad y la misoginia pudo trasladarse de la periferia al centro, e instalar sigilosamente conceptos machistas, es fundamental para generar una comprensión crítica de cómo los adolescentes adoptan estas formas para habitar el mundo virtual. Actualmente, los algoritmos de TikTok y YouTube Shorts convirtieron a estas plataformas en máquinas expendedoras de contenidos sumamente agresivos.
En el 2024, el Centro Antibullying de la Universidad de Berlín realizó un experimento que consistió en registrar el contenido recomendado a diez cuentas ficticias en estas aplicaciones, y se demostró que durante los primeros veintitrés minutos de exposición todas las cuentas identificadas como masculinas recibieron el mismo tipo de contenido masculinista y antifeminista. El mecanismo es sencillo: en primera instancia ofrecen en bandeja de plata contenido misógino y violento (independientemente de si lo estabas buscando o no) y basta con que hayas demostrado un mínimo de interés para que se active el sistema de recomendaciones. El estudio también destacó que hay una gran cantidad de videos dedicados a la motivación masculina y a la generación de dinero, un material que explota estratégicamente las inseguridades de los niños.
Podemos observar cómo es este mismo sistema, en el cual pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, el que alimenta la nociva dinámica de la violencia en pos de ganar más interacciones. Aunque esto no parece ser una problemática para quienes tienen el poder de establecer medidas regulativas, sí esperamos que lo sea el peso que están tomando las consecuencias de esta exposición: la inoculación de la misoginia entre los más jóvenes no es algo que nos salga gratis.
Es importante mencionar que tanto la exposición como la interacción no son elementos que trabajen por sí solos. Habitamos una sociedad regida aún por estereotipos de género que reproducen nociones erróneas sobre cómo debe ser un “hombre de verdad”. Estereotipos que, si no son cuestionados y deslegitimados, actúan como base para que estos contenidos se vuelvan atractivos. Actualmente, presenciamos la aparición de personajes mediáticos que afirman efervescentemente que los históricos roles de género no están equivocados, y que el error yace en el avance del mundo. Esto cobra aún más relevancia en un contexto donde se desfinancia y deslegitima estratégicamente políticas públicas como la ESI. Destinada, entre otras cosas, a desarmar la noción tóxica de masculinidad que pone en riesgo la salud de todos. Bajo esta resurrección de prácticas y discursos machistas, se vuelve cada vez más complicado para las juventudes que deben crecer bajo los mandatos de esta cultura de la masculinidad, y que se ven influenciados por los mismos.
Ya en 2023, la investigadora y periodista Luciana Peker (actualmente exiliada en España debido a las amenazas de grupos/comunidades misóginas), planteó en una entrevista realizada por COOLT la teoría de que la intensificación de posturas extremistas, como las que fomentan los Incels, se produjeron en respuesta al avance internacional del movimiento feminista y a los cuestionamientos al patriarcado. Tal como plantea Peker, también se puede tratar de una cuestión generacional. Los jóvenes que expresan simpatía por partidos de ultraderecha y políticas antifeministas comparten, en gran medida, la noción de que el empoderamiento femenino está estrechamente vinculado con la disminución de la masculinidad. Particularmente en nuestro país, estos eligen demostrar su desencanto y resentimiento a través de plataformas como “X”, donde los diversos formatos que adoptan los discursos de odio hacia las mujeres están cada vez más normalizados.