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La trama oculta del urbanismo bussista 

por: Florencia Luna

Un dicho popular dice que “todo entra por los ojos”. Y los tucumanos no somos ajenos a ese fenómeno. Podemos tener un caos ocurriendo detrás nuestro, pero ver una calle limpia o la instalación de plantas y flores en un espacio logra cambiar la mirada de nuestro barrio, municipio, y más. Un espacio que representa este anhelo de orden y limpieza, es el histórico predio del Parque 9 de julio y, en particular, la zona del “Paseo de los próceres”, donde cada año se realizan desfiles cívico-militares para las fechas patrias. 
  No es un dato menor destacar que durante años gran porcentaje de ciudadanos de esta provincia se alineó con el ideario del genocida Antonio Domingo Bussi, quien marcó la historia política de Tucumán por su presencia autoritaria y lo que algunos llaman  políticas de “seguridad” como así también por sus tareas de “orden” y mejora del espacio público.
  Si chusmeas un poco las redes, en algún que otro posteo con fotos o archivos del Tucumán de los años 70’  todavía encontrás comentarios destacando que “antes éramos una ciudad jardín”, que “con Bussi vivíamos limpios y sin chorros”, que “la gente vivía de su trabajo y no del Estado” y un sinfín de afirmaciones que sostienen un mito de “orden permanente” en las calles tucumanas y en la sociedad de aquel entonces. Las fotos no mienten, pero, ¿qué hay de cierto en este mito?
  Durante su mandato de facto en 1977, Bussi dio comienzo a los proyectos viales y de remodelación del Parque 9 de Julio. Mediante canteros, césped y estatuas construyó una suerte de estética fascista que caló profundo en la memoria tucumana. Él mismo lo sostenía: iba a “limpiar” todo lo que fuera necesario para que Tucumán sea ejemplo de los “Principios de la civilización occidental y cristiana”. 
  La creación del complejo “Avenida” o “Paseo de los próceres”, ubicado a lo largo de la Avenida Soldati en el noroeste del Parque 9 de Julio, fue clave para eso. Este sitio consta de 2 plazoletas con estatuas de 13 personajes históricos de Tucumán. Pocos saben cómo llegaron esas esculturas ahí, pero fueron fruto de amenazas, con una intención estética bastante similar a la de diversos regímenes totalitarios en la historia. 
  En 1977, Bussi se apersonó en la Facultad de Artes de la UNT para ordenar la realización de 13 esculturas en un plazo mínimo de 35 días. Según expertos en la temática, se requieren alrededor de 2 meses y medio para una elaboración adecuada. Para ello convocó a docentes del Departamento de Artes y de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán: Roberto Fernández Larrinaga, Lucrecia Rosemberg, Hugo Ylian y Ramón Fernández y el escultor de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, Juan Carlos Briones
  El tope de tiempo tan ajustado para la elaboración de las esculturas, la falta de remuneración a los artistas por su trabajo y el material precario de construcción que les proveyó el dictador, tales como cemento y granito de la obra pública municipal, se aprecia en el deterioro que sufrieron dichas estatuas con el paso de los años. Cabe mencionar que el emplazamiento final de las figuras no contó con la participación de los escultores, ya que el Gobernador se tomó la atribución de elegir arquitectos a su gusto para la planificación y posterior colocación de las obras, según lo indica una investigación de la artista Lilian Prebisch 
    Con todos estos inconvenientes, entre el 24 de septiembre del 77’ hasta diciembre del mismo año, en dos etapas, la Avenida se vestiría con la presencia de: Julio Argentino Roca, ideólogo de la “Campaña del desierto”, junto a otras figuras históricas locales como Marcos Paz, Bernabé Aráoz, Juan Bautista Alberdi, Bernardo de Monteagudo, Gregorio Aráoz de La Madrid, José Álvarez Condarco, Fray Idelfonso de las Muñecas, Nicolás Avellaneda, José Eusebio Colombres, Juan Crisóstomo Álvarez, Lucas Córdoba y Alejandro Heredia.

Arte y limpieza a punta de pistola

Esta es solo una de muchas anécdotas de despotismo en pos de la manía de control bussista. Las estatuas de ese emplazamiento son contemporáneas a la pintada con cal de  árboles y tanques de agua para fechas patrias, la creación y traslado forzoso de personas para la creación de 3 pueblos en el sur tucumano, el levantamiento de muros pintados de blancos para tapar villas y barrios populares y hasta la captura y expulsión de personas en situación de calle.   
  En  un relato de “Las expresiones culturales durante la dictadura: represión, censura y  resistencia” de Mauricio Tossi, Mirta Hillen Marcela Vignoli y Maria Belén Sosa, señalan un episodio en que el represor sobrevolaba en helicóptero el centro tucumano supervisando que los mástiles de la plaza, de una escuela y en el centro de deportes estuvieran bien alineados. Tal era su nivel de obsesión. 
  Aún con el peso de estos relatos, ¿cómo lograron impactar las medidas incluso en generaciones posteriores a la vuelta de la Democracia para instalar la percepción de “orden y estabilidad” en un Tucumán convulsionado con las heridas abiertas del Operativo Independencia? El represor dejó su huella ideológica materializada a punta de pistola y presupuestos fantasmas. 
   El slogan de la dictadura de ese entonces era: “Tucumán, cuna de la independencia, sepulcro de la subversión”. La provincia era considerada un lugar fundamental para las intenciones de Videla, quien le otorgó a Bussi fondos nacionales para obra pública más que a otras provincias. Sin embargo, estos recursos no bastaron para el represor. Además del presupuesto “oficial”, este se las ingenió para conseguir unos “adicionales” mediante amenazas y torturas a gremios, dirigentes sindicales y trabajadores del sector industrial y cañero, como así también expropiando ilegalmente terrenos y bienes pertenecientes a las familias de secuestrados y asesinados por sus fuerzas. Y por si esto todavía fuera poco recibió jugosos aportes mediante el decreto nº 4536 del 26/08/76 del Fondo Patriótico Azucarero, un sector millonario aliado a sus políticas. 
 Según una investigación de la Lic. Dolores Marcos, los fondos que declaró haber recibido rondan los U$S 3.640.000 mensuales. A esto se suma un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo por 2 millones de dólares. En resumen, el mandato del dictador contó con aproximadamente 6 millones de dólares mensuales extra durante su gestión ¿A qué se destinaron estos fondos? Esto hasta hoy, no consta de manera exacta en ninguno de los registros del Tribunal de Cuentas de la provincia.

Con el paso de los años, la gente aún se emociona en este sitio cuando se realizan los desfiles cívico-militares de fechas patrias. La intención inicial de este espacio urbano cumplió el cometido de Bussi. Parece que desde el 76’ en adelante, una añoranza local busca volver a los tiempos de calles limpias durante el día y llenas de sangre por las noches.  Algunos tucumanos parecen olvidar que con el ascenso de Bussi a la gobernación de facto en 1976 llegó la pena de muerte, sanciones a huelguistas, cesantías en la administración pública sin indemnización, persecución a civiles, dirigentes gremiales y sindicales, funcionarios del gobierno y hasta la captura y expulsión de personas en situación de calle.   
 ¿Sabrá Tucumán que en la historia de Europa hubo otros “Bussis” que arrasaron barrios pobres con topadoras para la construcción de barrios nuevos en Roma? ¿Del Volkshalle alemán (Salón del Pueblo), o la Torre de Madrid? ¿Medirá con la misma vara la limpieza de calles si sabe que las efectuaron personas como Franco, Hitler y Mussolini?
   El poeta y filósofo Friedric Schiller dijo una vez que “Lo que recibimos aquí como belleza, se nos presentará un día como verdad”.  

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Meta Crisis, periodismo desde la periferia. Tucumán, Argentina